El mal y el tiempo, Carlos Fortea, Editorial Nocturna.


El mal y el tiempo, Carlos Fortea, Editorial Nocturna, 203 páginas, 14€



Hay novelas que sin plantear una tesis cerrada, ni pecar de aire ensayístico, tienen la voluntad de ser el reflejo de un tiempo y de unas generaciones que ya no son ni existen. El polvo de la memoria forma parte de los mimbres de sus narraciones. No por ello se renuncia, ni mucho menos, al calado y preciosismo literario. Es más, algunas de ellas lo han hecho con los más variados espíritus y estilos: Historias del Kronen o Mensaka de José Ángel Mañas o El día del Watusi de Francisco Casavella fondean, siendo muy diferentes entre sí, en las mismas aguas que El mal y el tiempo. Nos estamos refiriendo al retrato generacional. En la nueva novela de Fortea hay mucho de la "beautiful people" y de la cultura del pelotazo que arrostró el solar patrio en las tres últimas décadas, aunque no se hable apenas de ello. Sugerir es la clave. La relación de dos amigos que van medrando en el periodismo, a la par que recorren el laberinto de sus vidas, es una fórmula muy acertada para transformar un relato que híbrida géneros en un texto de corte psicológico. 
Somos conscientes de que la perspectiva es algo fundamental. Por ello no podemos dejar de señalar que en esta obra hay una singular investigación policial, una historia contada en dos tiempos, cuyo presente narrativo se divide a la par en dos períodos que se suceden cronológicamente. Toda esta arquitectura narrativa permite al autor hacer reflexiones de hondo sentido social y humano, construir una trama compleja y coherente que no cierra del todo hasta el final, pero entonces lo hace como el mecanismo perfecto que es la mente humana, sin dejar de dibujar trayectos emocionales y psicológicos. El descubrimiento verdadero del otro, de sus miserias, maldades y zozobras, nos construye. Al igual que las verdades intuidas, aquellas que por su aspereza o incomodidad obviamos en el ajetreado día a día, son capaces de quebrar nuestra existencia si las dejamos macerar entre cobardías y buenos propósitos. 
La pintura, o el arte como catarsis, junto con el deseo de que el amor sea capaz de exorcizar nuestros males están en el esqueleto de esta historia de toques estetas. El reverso oscuro de los sueños de juventud de dos parejas de profesionales medios españoles puede ser mucho más inquietante de lo que parece. O puede que no, quizá esa oscuridad pertinaz sea la que anida en el ser humano y el autor simplemente nos ofrezca un vehículo literario para reflexionar sobre ella.
Si esta novela fuera una película, sería La mujer del cuadroo Laura, si se nos permiten los símiles cinematográficos, pues buena parte de la historia gira en torno a la búsqueda de una mujer de la que sólo conocemos su rostro pintado al óleo. Un Pigmalión a la inversa. No es poca cosa. 

                                                                                                                       Juan Laborda Barceló

Reseña aparecida en la revista "Qué Leer" del mes de diciembre de 2017.

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