La lluvia crea su propia noche, largas mañanas de lámparas aún encendidas.
La ligera hierba de la playa se pega al suelo junto a tus zapatos,
el polen del verano pasado se alza desde húmedas pantallas metálicas.
Esto es orden, esta confusión que cubre los claros entre nosotros,
ropa colgando de las sillas, el abrazo embarrado de tus zapatos.
La lluvia intensa huele como si surgiera de la tierra.
La luz humana de nuestras ventanas, la quietud naranja
de habitaciones vistas desde el exterior. El sitio al que caemos a solas,
cayendo en el sueño. Rodeados por la verde certeza del bosque,
por la gasa de hierro de cielo y mar,
mientras la noche, la lluvia, se empuja a sí misma a través de los árboles.
Anne Michaels, El peso de las naranjas & Miner´s Pond