XXIV

Amor mío, debemos separarnos: no dejemos que sea
algo amargo y terrible. Hemos compartido
compasión y luz de luna:
acabemos así: ahora que se pasea el sol por el cielo
de forma tan intrépida,
y que los corazones tienen tantas ganas
de ser libres, de asolar mundos y destruir campos;
y es que tú y yo ya no somos sus dueños; somos cáscaras que ven
como el grano sirve para un uso diferente.

Hay arrepentimiento. Siempre hay arrepentimiento.
Pero es mejor que nuestras vidas se desaten
con vocación de buques
que entrenados por el viento y húmedos de luz
salen del estuario con el curso fijado,
y navegando se separan, y navegando se pierden ya de vista.

Philip Larkin, El barco del norte

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