La náusea amarga
el fruto de tu boca. Parte
tu cuerpo en mil esquirlas.
Y yo me siento inútil
como un reloj en vacaciones.
Mis manos de nada sirven
en la distancia si acarician aire y no
tu espalda. Era mentira, me dijo
un día Zurita: los cuerpos yacentes
de Pompeya sólo son moldes de yeso.
Así el poeta: un sucedáneo de superhombre. Un vaso lleno
de colillas al terminar la fiesta.
Y de nuevo la náusea. Y se me hace
bola tu ausencia. Y me duele tu dolor.
Jorge M. Molinero