Leyes, mordazas y otras creencias coetáneas del Santo Oficio
BUKOWSKI reivindicaba el derecho a emborracharse
en las esquinas portuarias de esta vida.
Reivindicaba el poder absoluto de la libertad bajo palabra,
con aromas de whisky, cerveza o vino,
y la elección de follar en pensión o en casa ajena.
Eran tiempos intrépidos, quizás equivocados,
sin duda el hombre descuidó en ellos a sus amos.
Por eso, ahora, en este país de devotos
que devoran el cuerpo y sangre de su fe,
se reivindica el derecho a no opinar,
a no decir, a no interpretar la escena
fuera del guion, a contaminarse
de desahucios e incapacidades de reunión,
protestas o reivindicaciones ciudadanas,
educación mal educada
y sanidad insana.
Por ello, llenos de orgullo y satisfacción, gritemos:
¡BUKOWSKI HA MUERTO!, ¡VIVA EL REY!
*
en las esquinas portuarias de esta vida.
Reivindicaba el poder absoluto de la libertad bajo palabra,
con aromas de whisky, cerveza o vino,
y la elección de follar en pensión o en casa ajena.
Eran tiempos intrépidos, quizás equivocados,
sin duda el hombre descuidó en ellos a sus amos.
Por eso, ahora, en este país de devotos
que devoran el cuerpo y sangre de su fe,
se reivindica el derecho a no opinar,
a no decir, a no interpretar la escena
fuera del guion, a contaminarse
de desahucios e incapacidades de reunión,
protestas o reivindicaciones ciudadanas,
educación mal educada
y sanidad insana.
Por ello, llenos de orgullo y satisfacción, gritemos:
¡BUKOWSKI HA MUERTO!, ¡VIVA EL REY!
*
El niño y la playa
A Abdullah Kurdi, padre de Aylan y Galip
DESDE hace días
A Abdullah Kurdi, padre de Aylan y Galip
DESDE hace días
no puedo ver a mi hija boca abajo.
Es el miedo a la inocencia turbada
y la presencia que al mundo entero sacude
esa náufraga imagen sin palabras,
tendida en la orilla, escuchando una tierra
[que apenas tiene nombre.
Aylan y Garlip Kurdi, y 3000 almas sin apenas amarre.
Mare Nostrum que sacias los pecados del Mundo
ten piedad de nosotros,
lentos homínidos, capaces de odio, tristeza y barbarie.
Un niño varado en la playa
remueve una legión de conciencias.
Sus castillos ni son ya de arena, ni son ya de aire.
Ya no suena la risa del pirata pata palo,
ni el tesoro está en la isla,
ni serás más, húmedo cuerpo, capitán, corsario o tripulante.
Ya tu cuerpo yace boca abajo,
para no ver la vergüenza que en este mundo acontece.
*
Es el miedo a la inocencia turbada
y la presencia que al mundo entero sacude
esa náufraga imagen sin palabras,
tendida en la orilla, escuchando una tierra
[que apenas tiene nombre.
Aylan y Garlip Kurdi, y 3000 almas sin apenas amarre.
Mare Nostrum que sacias los pecados del Mundo
ten piedad de nosotros,
lentos homínidos, capaces de odio, tristeza y barbarie.
Un niño varado en la playa
remueve una legión de conciencias.
Sus castillos ni son ya de arena, ni son ya de aire.
Ya no suena la risa del pirata pata palo,
ni el tesoro está en la isla,
ni serás más, húmedo cuerpo, capitán, corsario o tripulante.
Ya tu cuerpo yace boca abajo,
para no ver la vergüenza que en este mundo acontece.
*
Sous le ciel de Paris
NUNCA estuve en París
NUNCA estuve en París
pero lloré sus calles.
Siempre de ella me contaron
historias ocurridas en su nombre.
Como cuando aquel perfumista
aliado del demonio
quiso recoger la esencia última de sus noches
a través de bellas y vírgenes doncellas.
O cuando Chagall vino intrépido
a vivir en uno de sus cuadros
desde la vanguardia de Montparnasse.
O cuando Rimbaud, Verlaine y Mallarmé
saborearon del mal sus flores y absentas
y Baudelaire los aromas del sexo ajeno
por los burdeles del Barrio Latino,
junto a Sarah, llamada La Louchette.
Nunca estuve en París
pero quizá eso hoy no importe.
Aprendí de las corrientes del Sena
mientras Sartre cargaba de tabaco su pipa
con la mirada hacia una y mil partes.
Visité el Café de Flore
donde el Ser y la Nada
se enfrentaban a Sísifo dichoso
tras cortinas de tabaco y cognac art decó.
Nunca estuve en París
pero amé su cielo,
dividido entre mitos antiguos
y un skyline de belleza y armonía clásica
como solo pueden poseer las ciudades amadas.
Todo ocurrió allí, donde nunca estuve,
donde la chanson française
fue sombra en cada esquina
y su sensual silueta sedujo las pasiones.
Allí, donde Edith Piaf me partió el corazón
y Zaz se llevó las dos mitades.
Siempre de ella me contaron
historias ocurridas en su nombre.
Como cuando aquel perfumista
aliado del demonio
quiso recoger la esencia última de sus noches
a través de bellas y vírgenes doncellas.
O cuando Chagall vino intrépido
a vivir en uno de sus cuadros
desde la vanguardia de Montparnasse.
O cuando Rimbaud, Verlaine y Mallarmé
saborearon del mal sus flores y absentas
y Baudelaire los aromas del sexo ajeno
por los burdeles del Barrio Latino,
junto a Sarah, llamada La Louchette.
Nunca estuve en París
pero quizá eso hoy no importe.
Aprendí de las corrientes del Sena
mientras Sartre cargaba de tabaco su pipa
con la mirada hacia una y mil partes.
Visité el Café de Flore
donde el Ser y la Nada
se enfrentaban a Sísifo dichoso
tras cortinas de tabaco y cognac art decó.
Nunca estuve en París
pero amé su cielo,
dividido entre mitos antiguos
y un skyline de belleza y armonía clásica
como solo pueden poseer las ciudades amadas.
Todo ocurrió allí, donde nunca estuve,
donde la chanson française
fue sombra en cada esquina
y su sensual silueta sedujo las pasiones.
Allí, donde Edith Piaf me partió el corazón
y Zaz se llevó las dos mitades.
Pedro Gascón, de Las mudas soledades (Chamán ediciones, 2017)