Sonaron cristales rotos en mi cabeza, alguien arrojó una piedra a mi ventana y los cristales se difuminaron por mi mente crujiendo por mis neuronas a cada paso que daba...
No fue cualquier piedra, no era cualquier piedra...era su piedra...y yo no sabía como manejar esa situación...
Pero crecí como no lo hizo Peter Pan y aprendí a barrer todos esos cristales hacia fuera de mí, a no dejar ni una sola esquirla clavada en ninguna de mis neuronas con el fin de que no me hiciera nunca más daño, liberarme a través de la palabra, hablar, hablar, hablar...nunca más muda, nunca más sufriente como si ese hubiera sido alguna vez un remedio eficiente cuando en realidad sufrir por sufrir es la cosa más inútil que ha parido madre...así que me arremangué, me puse una coleta bien alta que apartara los pelos de mi cara y me dije cabeza bien alta, mirada de frente y a hablar, hablar, hablar...y fue como dejar bien abiertas mis ventanas para que todos los pájaros que habían crecido ahí dentro salieran a buscar árboles más acordes con su naturaleza para vivir...y respiré, respiré aliviada y sonriente porque no hay mejor ejercicio en esta vida que hablar, hablar y hablar para despejar malos entendidos, dudas, darte a conocer un poquito más sin miedo a quedarte en pelotas, que joder, así vinimos al mundo...tanto miedo, tanto miedo...a tomar por culo tanto miedo a ser o a mostrarse tal cual uno es...
Y hoy me siento infinitamente mejor, más ligera, más liviana, más pluma sin miedo a andar flotando por la vida pues otra cosa no pero de cargas inútiles que puedan ser evitadas ni una...y me siento feliz de cada una de estas grietas de piel que se me forman al final de mis ojos cuando me sonrío o pongo los ojos chiniquis por algún otro motivo, que cada una de estas arrugas fue creada y generada por mil y un tropezones, mil silencios que no llevaban a nada y aprendí a comprender el maravilloso poder de la palabra y a contar y a sincerar y a sorprenderme gratamente con el agradecimiento con que las personas responden a tu verdad sin medias tintas, a tu voz triste, a tu malestar, porque el que no sabe que se está equivocando difícilmente puede modificar su error y somos animales con unas capacidades excepcionales precisamente por esa poderosa y única herramienta en el reino animal denominada lenguaje que nos enseña a ser quienes somos, a ver el mundo a través de las palabras que aprendemos...porque lo que no se nombra a menudo...no existe...
Sonaron cristales rotos en mi cabeza y palabra a palabra los fui sacando todos y cada uno de dentro de mí...
Valenia Gil