Las esquirlas del temor no son efectivas
contra los que insistimos en permanecer
en la pista de baile. La putrefacción
de los órganos internos envilece
nuestros movimientos, nos transfiguramos
en muñecas inertes de porcelana con las
mejillas sonrosadas y las manos se tocan
en la obscuridad de los remolques y los ojos
mutilados para acariciar con vértigo la libertad.
Salomón reina con un bastón de terciopelo,
él ejecuta pero nosotros decidimos si quedarnos
con la parte de abajo o meter en bocas desconocidas.
O por qué no, en el juego del desmembramiento,
ser un puzzle que encaja las piezas
entre las hendiduras de cada costado.
Es nuestro juego fuera de la pista de baile,
Miss Nueva Orleans hace ariete de un parquímetro.
Nos prohibieron bailar y eso reforzó nuestro tallo.
*
No fueron disturbios,
sólo una protesta espontánea
contra aquellos que nos apaleaban.
Un grito
de las cuerdas vocales
que nadie creía nuestras.
El estruendo
provocado
por la nuez
de Judy Garland.
*
Pero tú no eres igual, linda
no eres igual que ellas.
Menstrúas ríos azules:
azul vestido de Judy Garland.
No eres igual, escondes
en casa una carta
con la obligación
de alistarte para Vietnam.
Jorge M. Molinero,
de Nos prohibieron bailar
(Planeta Clandestino, 2017).