La vida se me hace agua
para tus flores,
y tú no estás ahí para decirme
que las margaritas no toleran la sal
o que odias cuando escribo poemas
y los sujeto con mis horquillas
a los tallos que quedan atrás
acariciando el mármol.
No vienes,
pero sigues estando.
No estoy,
pero seguiré viniendo
hasta que el corazón se me haga agua
y muera evaporándome en tus jarrones.
Judith Rico