Tendida en la almazara de una compunción bastarda,
arrodillada ante el cimacio antropomórficode una exultación aviesa,
doblegada tras las batipuertas apócrifas
de tu caquéctico abatimiento.
Y la imponderable fonología de tu gañido,
taladrando la fisiología inexacta de mi cerebro desfigurado,
agigantando la desolación aguerrida de mi memoria ulterior,
ultrajando la pronunciada espadaña
de mi paradójica cordura;
engendrando la voz invicta que en tus manos no soy.
Discurre fastuosa por el epitelio de tu convulsión,
una algarada que negligente obstruye
los huecos de tu respiración marchita
que execrable y agreste,
me mira.
Yo torno óvalo la delicuescencia de tu nombre
y me sublevo contumaz contra lo punible de su retirada.
Ainhoa Martínez Retenaga