De culto y maldita por méritos propios (tanto por el tema que aborda, la pérdida de la inocencia y el lesbianismo, como por las diversas vicisitudes por las que posteriormente pasó, censura y recortes, muerte prematura de su protagonista, ser la única película de su director, etc), Lemora, un cuento sobrenatural (1973), de Richard Blackburn, conserva intacto su malsano poder de seducción y sigue fascinando por su halo onírico y la sugerente atmósfera que recrea, victoriana y fantasmagórica como pocas.
No sé si Neil Jordan se inspiraría consciente o subconscientemente en ella para rodar su maravillosa En compañía de lobos, pero los paralelismos entre una y otra (si sustituimos lobos por vampiros) son evidentes: su enfoque como cuento de hadas para adultos, su erotismo y sensualidad contenida, el tránsito de la niñez a la adolescencia, y ese aroma a relato de fantasmas contado a la luz del fuego tan peculiar de ambas.
En cualquier caso, y a diferencia del film de Jordan, que roza la genialidad, la película de Blackburn está llena de defectos y lagunas argumentales (seguramente debidas a los recortes del metraje) que, pese a todo, su estremecedora atmósfera logra disimular.
Vagamente inspirada en La sombra sobre Innsmouth, de H.P. Lovecraft, y en la Alicia de Lewis Carroll, con la que también tiene muchos puntos en común, magnética, elegante y perturbadora, Lemora escenifica, en clave macabra y metafórica, el despertar sexual de una adolescente y su viaje iniciático hacia la madurez y el mundo de los mayores.
Especialmente recomendada a los amantes de la literatura y el cine gótico y victoriano, y, sin duda, una película de culto en cualquier videoteca.
Vicente Muñoz Álvarez
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