Hubo un tiempo en que desprecié el mundo,
ahora,
permíteme mirar hacia un lado
para no ver las lápidas del olvido,
las brasas de la tierra,
los fuegos otoñales,
la mordedura de la mangosta,
al fugitivo decapitado.
Sí,
hubo un tiempo de pánico y rechazo,
donde las libélulas
devoraban a las medusas,
mientras mi mente viajaba a través del ruido.
Sí,
hubo un lugar alimentado por el odio,
cubierto de huesos carcomidos por la rabia,
con la circulación esclerotizada
y los brazos pegados al cuerpo como losas.
Sí,
hay un momento
donde todo cambia,
donde dejas de mirar a un lado,
donde la vista se hace puente,
donde los brazos convergen.
Sí,
hay un momento
para la vida después de la muerte.
Pablo Malmierca