En cualquier caso, me dije, le vendrá bien un cambio, dejar la ciudad unos días y descansar en el pueblo, olvidar su trabajo, su pintura, y respirar aquí aire puro. Le vendrá bien un cambio, como me viene a mí bien la ciudad cuando me empacho de pueblo, bares, coches, parques, gente, ruido... Él necesita ahora silencio, largos paseos y horizonte abiertos. Por eso me ha llamado y por eso quiere venir, porque todo, cualquier cosa (la pintura, la escritura), por más que nos llene, se convierte tarde o temprano en rutina y la rutina en tedio y el tedio, finalmente, en enfermedad y hastío. Por eso, me repetí hasta autoconvencerme, le sentará seguramente bien un cambio.
Vicente Muñoz Álvarez,
de El merodeador (ACVF editorial, 2016).