Había cuatro hombres y un gato en aquel bar.
Uno de ellos, el más viejo, se había sentado con un vaso de vino blanco en una esquina. No hacía nada. No hablaba ni escuchaba a los demás. Daba pequeños sorbos a su vaso de vino y liaba de vez en cuando un cigarrillo.
El dueño del local, un tipo canoso y algo gordo, estaba apoyado en la barra, frente al televisor, ensimismado en el desarrollo de un partido. Miraba a los jugadores y al balón y fumaba continuamente cigarrillos mientras acariciaba a un enorme gato gris que ronroneaba y movía la cola frente al mostrador.
El tercer hombre en el bar era un borracho de ojos tristes, un pobre diablo conocido por todos en el barrio, que bebía hasta perder cada noche el control. Sujetaba una copa de coñac barato entre sus manos y se tambaleaba hacia delante y hacia atrás procurando fijar su atención en el partido.
Y estaba finalmente el chico de la máquina tragaperras, un joven escuálido de pupilas vidriosas y dilatadas, que parecía estar poniéndose por momentos más y más nervioso. Introducía compulsivamente monedas en la máquina y pulsaba furioso el botón de arranque sin tener aparentemente mucha suerte.
Eran las diez y veinte de la noche y era invierno. Afuera estaba nevando y en el televisor los jugadores corrían frenéticamente tras el balón. Se caían, chutaban, zigzagueaban y driblaban al contrario, pero jamás lograban meter gol.
Vicente Muñoz Álvarez,
de Los que vienen detrás y otros relatos.
Prólogo por Hernán Migoya. Ilustraciones de Miguel Ángel Martín
(DVD ediciones, 2002)