Las heridas de tu rostro
queman lágrimas al nacer,
llevan versos escondidos
como pequeñas piedras
que esperan tu despertar.
Pero sabes muy bien
que no existen los milagros,
que tú aliento final
se derramará sobre aquella playa,
que todo es demasiado sencillo
y demasiado triste,
que la verdad no se expresa con palabras,
como ese vestido en la silla,
como tus últimos zapatos.
Tal vez llegues a anciano
pero nunca olvidarás tu infancia.
Isabel Marina