EL MERODEADOR: Fragmentos (10)



Ni mi artículo ni mi relato ni el ruido ni la ciudad ni el pueblo son tan malos, me digo, nada en el fondo es tan malo. Son mis nervios y descontrolados pensamientos los que me traicionan, una y otra vez me hacen verlo todo gris y distorsionan mi mundo, o la representación que yo me he creado del mundo. Pero no todo el mundo es así. Cambia el punto de encaje y lo verás todo en color. Anoche lo veías todo gris y ahora lo ves todo en color, la habitación, el artículo, el mundo entero en color. No es, en definitiva, un buen artículo, mi mejor artículo, pero tampoco es, desde luego, el peor de los que he enviado al periódico, como llegué a pensar ayer. Al fin y al cabo la prensa está llena de textos así, meras reseñas, y no tengo por qué asumir yo la obligación de escribir necesariamente textos profundos. Si no puedo escribir textos profundos, escribiré, como casi todos los demás periodistas, reseñas sin fondo. No es tanto mi forma de escribir lo que debo cambiar, sino mi punto de encaje, me digo, ser positivo y no negativo, no destruir sino crear, integrarme en el entorno y el mundo... Me siento ayer acabado, triturado moralmente y herido en mi autoestima, y me encuentro a las pocas horas, después de un sueño reparador, dispuesto a afrontar cualquier problema con sólo cambiar el punto de encaje... Qué variable es el corazón humano y qué variables sus instintos y emociones, pienso. Todo, siempre, aleatorio y variable. El cielo y el infierno, la armonía, la desdicha, todo, siempre, aleatorio y variable...

Vicente Muñoz Álvarez,
de El merodeador (ACVF editorial, 2016).



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