después de tantos zapatos, clientes y hoteles baratos, tocaban unos días plácidos y tranquilos al borde del mar, y sobre todo, una cura de olas beatíficas en mi cuarteada piel... si a eso le añadimos lecturas góticas bajo la sombrilla, cervezas heladas en San José, un nidito de ensueño a cuatro metros de la playa y la compañía perfecta para la ocasión, me salen unas vacaciones como las que desde hace ya mucho tiempo, creo, me merecía y necesitaba...
God save the Queen
Vicente Muñoz Álvarez