Reconozco que me cuesta vencer reticencias iniciales al enfrentarme a escritores hacia los que es probable que tenga prejuicios absurdos. Menos mal que para eso cuento con buenos amigos que me ayudan a no ser tan pacata. En el caso que nos ocupa, no era una cuestión de prejuicios sino de falta de ganas de abordar las obras de este escritor, que en noviembre de 2016 se hizo con el Premio Cervantes.
No os puedo hablar del porqué no me ha apetecido asomarme a sus novelas, pero ya hemos puesto remedio con El asombroso viaje de Pomponio Flato, obra ambientada en Palestina (y no en Barcelona como suele, él y la mayoría de los escritores españoles actuales, muchos catalanes, lo que es de agradecer). Escoge el siglo I y donde se cuentan los azares de este romano al que contrata el niño Jesús para que salve la vida de su padre José, que ha sido condenado por la muerte del rico Epulón. Como podéis ver, utiliza personajes históricos a su antojo, sin rigor y sin rubor, para adentrarse en el género policíaco. Con todo, ni el género histórico ni el policíaco son los más importantes aquí, ya que la sátira y con ella el humor del que hace gala en todo el texto, es lo más representativo del mismo.
Precisamente el humor comienza en el lenguaje y se traslada a los hechos narrados. Manipula ese lenguaje mediante cultismos, pedanterías y dobles sentidos, pues el lector traslada de manera inconsciente lo que lee a la actualidad y a sus propios conocimientos bíblicos e históricos, y por eso es difícil no reírse con esta obra. El hecho de que Pomponio esté utilizando el recurso de escribir una carta, a Fabio una vez más, (hablamos ya de La Epístola moral a Fabio en la entrada de Jesús Ferrero sobre Eros Y Misos) nos lleva a ese conocimiento que pueden tener algunos lectores. Es un recurso clásico bien utilizado.
Mendoza ha publicado diversas obras dentro del género detectivesco protagonizado por personajes marginales, también mezclados con la parodia como la saga El misterio de la cripta embrujada (1979), El laberinto de las aceitunas (1982), el tercer volumen, La aventura del tocador de señoras (1982) y el último publicado en 2012 El enredo de la bolsa y la vida. Así pues, ha repetido con esta mezcla de géneros una fórmula que le va muy bien. En este caso en concreto, se evidencia el espíritu crítico de esta novela frente a los grandes e infames bestsellers pseudohistóricos como El código Da Vinci de Dan Brown o El Ocho de Katherine Neville.
Es posible, como he leído, que la obra de Mendoza se divida en grandes obras como La verdad sobre el caso Savolta (1975), su primera novela o La ciudad de los prodigios (1986) y luego las obras menores como las arriba mencionadas. En cualquier caso, su técnica es excelente porque parece fácil lo que hace y es extremadamente complicado crear un tono satírico, mantenerlo toda la novela sin que el lector se aburra o pierda la sonrisa. ¿Si recomiendo a Mendoza? Sí. Lo más probable es que me adentre en su ensayo sobre Baroja, Baroja la contradicción (2001). Lo bueno de los grandes escritores es que puedes elegir entre sus distintas obras.
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