Os comparto mi último artículo para Opulix. Aquí tenéis el enlace. Un placer, como siempre. ❤
Thomas Bernhard es uno de esos escritores que no conviene perder de vista dada su entidad. Sí es una novela corta narrada en primera persona. En realidad, es el monólogo de un demente, un soliloquio neurótico de un hombre que intenta poner en claro dónde se encuentra física y mentalmente. Sólo su amigo Moritz cuenta con entidad suficiente para tener un nombre, pues fue el agente inmobiliario que le vendió una propiedad cochambrosa donde realizar sus estudios que, con el tiempo, se fueron convirtiendo en una obsesión, a la vez que se alejaba más y más de otras personas. Cuando la comunicación parecía imposible surge una chispa de luz a raíz del encuentro con la Persa, una mujer igualmente rota, que aparece en el pueblo.
La narración es impresionante y transcurre lenta, opresiva y absurda hasta la mitad, en la que la mente del protagonista trascurre veloz y sin rumbo. Los temas presentados son la soledad, la imposibilidad de la comunicación y la locura. El lector se inmiscuye en los más oscuros pensamientos del protagonista y siente el mismo rechazo que la Persa hacia él y viceversa. Porque cuando el ser humano no es capaz de comprenderse se aleja irremediablemente de los demás, sobre todo si reconocen la locura en el otro. Aquella afirmación de Plauto, homo homini lupus popularizada por Hobbes en el siglo XVIII, “el hombre es un lobo para el hombre”, se vuelve más cierta si cabe, pues el egoísmo del protagonista, que ha dedicado su vida a los estudios vanos, le ha llevado a un lugar ignoto del que es difícil volver. Ese lugar es la demencia.
Todo en el libro nos conduce al mismo sentir y padecimientos de los personajes a través de una caracterización audaz y una atmósfera cargada de viento, frío, oscuridad y humedad, un paraje agreste e insolidario que los deshumaniza aún más. El descenso a la locura y su forma de abordarla roza la genialidad y recuerda a otro austriaco insigne como fue Franz Kafka.
El pesimismo de Bernhard puede estar debido a una infancia con grandes carencias económicas y afectivas unidas a sus problemas crónicos de salud. Su obra es considerable e incluye obras teatrales, libros breves o autobiográficos y distintas novelas entre las que destacamos Helada (1964), Trastorno (1967), La calera (1970) o Corrección (1975), probablemente la más famosa, que aborda los motivos del suicidio de un arquitecto patológicamente perfeccionista autor de una estructura aislada en la mitad de un bosque, lo que tiene cierta relación con la novela que nos ocupa. Destacamos también El malogrado (1983), centrada en el fracaso de un estudiante de piano en contacto con un genio, que es un estudio sobre las limitaciones humanas.
En Sí, no parece sentir piedad por los personajes retratados y nos aproxima a una realidad descarnada del propio ser humano. La intensidad de su prosa y su impresionante habilidad técnica hacen de Bernhard un escritor al que leer en profundidad.
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