La vegetariana, de Han Kang


Hasta que terminaron de servir los más de diez platos que conformaban la cena, mi mujer solamente había comido ensalada, kimchi y gachas de calabaza.
[…]
Cuando trajeron fruta como postre, comió un trozo de manzana y de naranja.
-¿No tiene hambre? Casi no ha comido… –se preocupó nuestra anfitriona, con tono animado y cortés.
Sin sonreír, sin ponerse colorada y sin titubear, mi mujer se quedó mirándola fijamente en silencio. Esa mirada estaba horrorizando a todos los presentes. ¿Sabía en qué reunión estábamos? ¿Sabía quién era la mujer elegante y madura que le había dirigido la palabra? Por un instante su cabeza, a la que nunca me había asomado antes, me pareció una trampa sin fondo.

**

Ya no puedo dormir ni cinco minutos seguidos. Apenas me abandona la conciencia, sueño. No, ni siquiera se puede decir que sean sueños. Son escenas breves que me asaltan de forma intermitente. Ojos feroces de bestias, formas sangrientas, cráneos abiertos y de nuevo ojos de fieras. Son ojos que parecen nacidos de mis entrañas. Cuando abro los míos temblando, me miro las manos. Reviso si mis uñas siguen todavía blandas, si mis dientes siguen todavía romos.
Solo confío en mis pechos. Me gustan mis pechos, pues con ellos no puedo matar a nadie. ¿Acaso las manos, los pies y los dientes, e incluso la lengua y la mirada, no son armas con las que se puede matar y herir a cualquiera? Pero los pechos no. Mientras posea estos pechos redondos, estoy segura. Todavía estoy a salvo. ¿Pero por qué se me están adelgazando de este modo? Ya no son redondos. ¿Por qué será? ¿Por qué me estoy quedando tan flaca? ¿Qué es lo que cortaré con mi cuerpo que me estoy poniendo tan afilada?

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-No voy a comer –dijo con voz firme, abriendo por primera vez la boca.
-¡¿Qué?! –gritaron al unísono mi suegro y mi cuñado, que tenían el mismo carácter explosivo.
La mujer de mi cuñado tiró rápidamente del brazo de su marido para aplacarlo.
-¡Ya no puedo soportar ver esto! ¿Te crees que estoy de broma? ¡Come de una vez! –gritó mi suegro.
Imaginé que mi mujer le respondería algo así como "Lo siento mucho, no puedo comer", pero en lugar de eso habló con calma, sin el menor deje de disculpa:
-Yo no como carne.

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-Mira el aspecto que tienes. Si no comes carne, te devorará el resto del mundo. ¡Mírate al espejo! ¡Mira qué cara tienes!

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Cosa sorprendente, ella no parecía sentir curiosidad alguna, por eso podía mantener la calma en cualquier situación. No había explorado el espacio desconocido donde se encontraba ni tampoco había expresado inquietudes que hubieran sido naturales en estas circunstancias. Parecía contentarse con presenciar como una espectadora las cosas que le sucedían a su persona. O quizás en su interior ocurrían cosas tan terribles, cosas tan inimaginables que ya tenía más que suficiente con tener que convivir con ellas en la vida diaria y por eso no le quedaban energías para mostrar curiosidad, explorar o reaccionar a lo que ocurría a su alrededor.

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"¿En qué punto se torcieron las cosas?", se pregunta en esos momentos. "¿Dónde comenzó todo esto? Mejor dicho, ¿dónde comenzó a desmoronarse todo esto?".
Yeonghye había empezado a comportarse de un modo extraño unos tres años atrás, cuando repentinamente se volvió vegetariana. Ahora hay mucha gente que es vegetariana, pero lo particular en su caso era que no estaban claros los motivos que la habían llevado a aquello. Había adelgazado hasta un grado lastimoso, casi no dormía y, aunque siempre había tenido un carácter taciturno, había perdido el habla hasta un punto en el que era difícil la comunicación.


[Rata_Books. Traducción de Sunme Yoon]

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