Fletar un barco hacia el vientre de un viernes cualquiera.
Y amarlo todo y abrazarlo y asistir al fin del mundo este
con la mano en el pecho y mis ojos bonitos de ciervo
mirándolo todo como un niño:
las ruedas de un camión y los fakires y los perros meando en las esquinas y el olor a jabón en los baños de los grandes estudios cinematográficos
y
amarte a ti. Tan no sé. Imprescindible como el hígado.