- ¿Sabe una cosa? - dice -.Creo que este médico es un farsante. Que todos los médicos, de un modo u otro, son unos farsantes... Yo veo cada mañana crecer mi lunar y él me dice que no, que el lunar no crece, que mi hipocondría y mis nervios me lo hacen creer, pero que el lunar no crece... Y yo le digo a usted que es mentira, que el lunar sí crece, aunque el médico me diga que no. En el fondo, sabe que tengo razón, que mi lunar, aunque imperceptiblemente, crece, pero como no sabe por qué, intenta convencerme de que son mis nervios los que me hacen verlo crecer... Me atiborra de pastillas, de pomadas, de ansiolíticos, pero no llega al fondo real del asunto: el origen del picor y de la progresiva expansión del lunar por mi cuello. Aunque a él le va bien así. Si me curara de verdad, si llegara a la causa de mi enfermedad y lograra extirparla, yo, lógicamente, no tendría que volver de nuevo a verle y eso, créame, no es lo que él quiere. Porque a largo plazo, si todos los pacientes somos curados o en gran parte aliviados por nuestros médicos, llegará un punto en que éstos se quedarán sin enfermos y no les gusta esa idea. Hay una especie de conspiración, de tácito acuerdo entre ellos a ese respecto. Lo mismo da que sean privados o públicos, todos piensan lo mismo. Cuando pueden curarnos, lo hacen sólo a medias, para asegurarse tarde o temprano nuestro regreso, y cuando no pueden, porque no saben, nos atiborran de fármacos que, no sólo no curan nuestra enfermedad sino que generan a la larga otras peores... Esa es, digamos, su mentira y su trampa...
Vicente Muñoz Álvarez,
de El merodeador (ACVF editorial, 2016).