Lo dejé por esa obsesión mía de experimentar. Experimentar con todo, ya sabes. Quería anotar todos los tonos de todos los cielos de todas las ciudades que me diera tiempo a ver. No sabía qué cifra debía darle a cada uno, así que mezclaba los colores hasta que el tachón se medio parecía a aquello de allí: a lo más alto. El caso es que viéndolo después, todos los cielos eran como muy E52222, muy rojos.
Así que un día, al despertar, me vi desde fuera y mar adentro buscando compulsivamente al azul. Y eso que de pequeña ya sabía que los héroes no existen.