Jamás me gustó el tacto de las medias, pero reconozco que el contraste con la suavidad de la piel que cubren es justo lo que me hace superar la dentera. No es que en ese momento ansiara desnudarla impetuosamente ―de hecho, a mi edad la fogosidad de la pasión ya había dejado de parecerme una alternativa seductora―, pero tampoco puedo asegurar que en algún momento sopesara tal posibilidad. Además, los pies no suponen para mí algo tan sensual ni excitante. Cuando leo a Junichiro Tanizaki y descubro su pasión fetichista por los pies de una tal Fumiko, no logro alcanzar ese punto de excitación que a él le provocan. Más bien me dejan indiferentes. El cuerpo de una mujer tiene, a mi juicio, lugares mucho más interesantes por los que perderse...
(Simón B. Novela en proceso)