H. G. Navarro: La vuelta al día

Hipólito G. Navarro: La vuelta al día.
Páginas de Espuma. Prólogo del autor.

 

Hay veces en las que una no quisiera escribir texto alguno sobre libro ninguno sino abrazar a su autor, como es el caso; y expresar, con una mirada, aquello que tan torpemente adquiere forma de palabras.

Cada mochuelo a su olivo, cada pájaro a su nido, cada sardina a su mar. En el frío del invierno, me arrimé a este braserillo —de páginas de picón—. Con un mantón claro avivé su fuego. De su lumbre escaparon paisajes, héroes, glorias y memorias. También alguna intrépida «nota azul».

Se escribe desde lo que se es, desde donde se está, con lo que se tiene. Que la literatura encuentre luego su puente. Máscara sin máscaras, La vuelta al día es brasero, camilla y faldón. Escribir es jugar con las piedras (y peñas) del camino. Voltearlas. Empujarlas. Asestarles pequeños puntapiés.

Salvo para unos pocos, no hay pureza ni virginidad en el acto creativo. Una primera vez no se muestra, no se exhibe. Cervantes corregía mucho. Gould aspiraba a la máxima intensidad a través de repeticiones y modificaciones infinitas. Leonardo cavilaba días sobre la dirección de su siguiente pincelada. Etcétera.

Se lo piensa este cuentista a la hora de ofrecer lo mejor de sí mismo a quien acoge sus libros. Eso se aprecia. Se aprecia y está bien.

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