Un tipo que deja atrás a su mujer cuando salen de un coche, y más en un acto oficial, lo dice todo de él. Pero al margen de la educación, y tras el anuncio del muro mexicano, déjenme contarles mi visión de Trump, y permítanme ser inmisericorde. Estaba claro que este tipo iba seguir literalmente su discurso de campaña y que no iba a respetar las normas no escritas de que una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. Su motorcito es cargarse las normas. Trump lleva dentro un salvador de la patria, o sea, un dictador. Y como todo dictador va a atacar las tres columnas de la democracia: la prensa, los jueces y el principio de representatividad. Por un lado se va a dedicar a socavar la credibilidad de los medios a base de postverdades, y por otro va a intentar forzar el sistema legal desde dentro. No se extrañen que en cualquier momento quiera abolir el tope de dos mandatos en la presidencia. Nuestra esperanza también se basa en tres cosas: el sistema americano de check and balance, y que sus mismos excesos pueden llevarle a un impeachment, o bien que la sociedad civil –robusta en los Estados Unidos- le haga la vida imposible a base de juicios, o bien que la economía se vaya al carajo, y con ella Trump. In God we trust. Me resistía a escribir sobre este señor, pero ahora su rostro fascista ha emergido definitivamente, y mi deber como escritor es denunciarlo. Es racista, proteccionista, xenófobo… carga con toda la mochila de características básicas del autócrata, y se rodeará de lo peor como bien describía Jenofonte en su Hierón o la tiranía, así como continuará con las prácticas del poder que, como también explicaba Tucídides, no se detendrá en la exploración de sus límites. Si tenemos que citar más referencias para entender su psicología, yo les recomendaría leer Masa y poder, de Canetti, los libros de Orwell sobre el fascismo, el famoso ensayo de Hannah Arendt y los espléndidos ensayos y memorias de Sebastian Haffner sobre el ascenso del nacionalsocialismo. En un entrevista en el NewYorker, Philip Roth describía bien a Trump: es un individuo sin la menor noción de lo que es un gobierno, ni de historia, ni de ciencia, ni de filosofía, ni de arte, es incapaz de expresar o reconocer sutilezas o matices y maneja un vocabulario de setenta y siete palabras que más bien puede llamarse “balbuciente” que lengua inglesa. Quién iba a decir que alguien haría bueno a Bush.