No nos queda más remedio que pisotear las últimas flores de azahar que brotaron al borde del camino.
Engullidos por la brea ardiente del engaño, deseamos un fin diferente a nuestra angustia.
La salvación está tan lejos como el amor de tus labios resquebrajados. Necesitamos creer en los lirios ocultos, en el claro detrás de tanto arbusto malintencionado. Caminar sin saber hacia dónde, desgastar la piel de las palmas de mis manos sin tener claro qué bifurcación tomar.
El ocaso palidece al ritmo desacompasado de mis pasos. Brujuleo, tropezando con mis pies, cansado y aterido, roto y descompuesto.
Pablo García Malmierca
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