TRAJE SASTRE


Tanto elogio era innecesario, aunque supuse que entraba dentro de las obligaciones de un sastre. Solo con asentir me bastó para terminar y con mi complacencia dejamos por fin zanjado el tema del traje. Tan solo quedaba pedir que lo llevaran a casa a la mayor brevedad posible. Así que, mientras un empleado recogía todo con la meticulosidad de un cirujano, yo tecleaba mi PIN personal en el datáfono, aceptando con un simple OK que una cifra nada despreciable de libras saliera de mi cuenta para pasar a la de Henry Poole...

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