Mi vecina, que a la vez es mi médica, me contó cómo debía tomar las medicinas. Al hacerlo, señaló con la punta del bolígrafo las notas que había escrito en un papel, y lo repitió varias veces como si estuviera dando clase de matemáticas a un niño. Me resultó algo vergonzoso que pensara adecuado anotarme una posología tan simple: “De estas te tomas tres al día, una después de cada comida. Y de estas te tomas una antes de acostarte. Lo haces durante tres días. ¿Entendido?”. Era sencillo, y sin embargo ella prefirió escribirlo con todo detalle. Quise pensar que lo hacía por celo profesional, y no porque me considerara incapaz de entenderlo a la primera. Tal vez, pensé, mi mirada de enfermo proyectara una imagen autista de mi persona...