La La Land. El Cine Cupcake.

Todos añoramos el sabor de las madalenas de nuestros desayunos infantiles, que son las madalenas de Proust. Ahora, que ya no somos niños, vamos buscando esos sabores por supermercados y pueblos perdidos, pero solamente encontramos sucedáneos industriales y nos entra una mezcla de nostalgia y de mala hostia que no se puede aguantar. Y luego están los cupcakes, que no son madalenas, son la amelie-nación de las madalenas, porque los cupcakes son muy lindos pero no están buenos.

Venga, que dejo ya la metáfora y voy con La La Land.
Escuchemos su leit motiv:


No dudo ni por un momento que esta canción haya conmovido a cientos de miles de personas. Pero no es mi caso. La música de Justin Hurwitz es como un local de Samba&Tapas: se da la paradoja de que el protagonista está muy atormentado/obsesionado por el hecho de que el jazz clásico esté muriendo porque el vulgo no sepa apreciarlo pero le compone a su novia una canción de Coldplay; o sea, que al prota le convendría recapacitar y darse cuenta que el jazz no ha servido nunca para el romance.

***SPOILER*** Si bien es cierto que yo no tengo la caída de cejas ni la desvalida y estrábica mirada del gran rebeldesincausa Ryan Gosling (al que las mujeres de cine no dejan de putear: Noa, Blue Valentine y ahora La La Land), a mí no me pasa como a él (ni como a las rubias):  a las chavalas les pone mucho pero luego se casan con los morenos (e incluso con calvos) ***FIN DEL SPOILER***. Eso es porque los personajes moña-canallescos de Gosling tienen su lado femenino hiper desarrollado. En fin, sigue siendo un actorazo

En un musical, la música es, por definición, el meollo de la cuestión. Por eso ni la estupenda realización con su estupenda coreografía (me refiero a los movimientos de la cámara), ni la estupenda fotografía, salvan a La La Land de mi personal condena al olvido cinéfilo. Yo no cantaré las canciones de La La Land después de los Oscar 2017 aunque todo el mundo en La La Land se haya esforzado en dejar claro cuánto se han esforzado. Pero deberían haberse esforzado un poco más en compensar las partes del guión y el peso de los secundarios (que son, por cierto, una auténtica chapuza).


El caso es que La La Land es una historia de amor cantada, pero de amor unidireccional que es menos amor que el bi. Por eso me emociona menos que tantísimos ejemplos cinematográficos que podría traerles a colación. También dicen que La La Land es un canto a los sueños, pero a los sueños de gloria, que son una puta mierda de sueños, así que otro punto negativo para la relación La La Land vs MrLombreeze. Y para terminar con la  tercera pata sobre la que se sustenta la película, tengo que decir que yo odio el jazz, así que me da igual si muere o sobrevive al siglo XXI. Ya tuvo su época de esplendor, como la mazurca y los madrigales.

Conclusión: La La Land es el reverso tenebroso de Up. Y no deja de ser un pastiche por muy bienintencionado que sea. Lo mismo que Ryan Gosling y Emma Stone ni cantan ni bailan bien por mucho que se lo hayan currado.

Son del siglo XXI y, como los cupcakes, no nos sirven para propósitos proustianos.

La La Land: la película de la que todos dirán que tiene un final muy bonito (y es verdad).
Ahí está el truco.

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