La última vez que había estado con una mujer en la cama había sido unas semanas atrás, en Hamburgo, cuando fui a recoger un premio de la asociación de arquitectos. Era una mujer joven, de unos treinta años, de cuerpo muy cuidado, sonrisa fácil y corte de pelo difícil, atractiva según los cánones de las revistas de moda, sugerente según los míos.
Y muy cara...