La segunda parte de esta historia, comienza inmediatamente después del final de la primera parte; cuando Maxi, tras conocer de manera accidentada a Vangó, el cliente de un bar en el que Ernesto había pernoctado la noche anterior, decide acompañarle a cambio de oír una historia que al parecer, el peculiar personaje juzga importante relatarle.
Quien no haya prestado atención a la forma que escogí para narrar en la primera parte, es probable que se sorprenda de la aclaración sobre el comienzo de la historia: es normal que la segunda parte de una ficción, comience precisamente donde ha acabado el libro anterior, para seguir el hilo argumental.
Pero en esta novela en particular, nada es seguro. Pero no por las propias vacilaciones de un autor novel, sino porque la forma de contar esta historia ha cambiado sensiblemente. Ni el autor ni su alter ego en la novela son ya los mismos.
Por esta razón (había que buscar un motivo), en esta ocasión, no utilicé de forma generalizada el sistema de capítulos fragmentados. A la sazón, hay dos narraciones distintas: una, el relato de Vangó, y la otra, las conversaciones entre ambos personajes; que de manera alternativa, actúan de columna vertebral de este libro. Albergo la esperanza de que todas las dudas planteadas en la primera parte se resuelvan en esta segunda y última parte, y que las que no tienen respuesta, sean precisamente parte del agujero negro que guarda esta novela. Porque no todo ha de tener una respuesta tácita en esta vida.
También deseo agradecer a quienes en este momento están leyendo estas líneas. Si después de todos estos años, me he decidido a publicar y a enseñar una parte de mi vida, es precisamente por el deseo íntimo de que fuera leído y quizás, comprendido. Creo que no cabe ninguna duda de que alguien que es capaz de escribir un libro de estas características, no aspira a convertirse en un superventas, precisamente. Mis aspiraciones son mínimas, agridulces e íntimas. Aspirar a emocionar a uno, aunque sea solo a uno de los lectores que lleguen a estas páginas, es para mí, el gran premio, la puerta de salida de un largo camino en la oscuridad. Porque si esto llegara a suceder, entonces este libro podrá ser juzgado en su justa medida, como una obra integral, en la cual, ilustraciones y textos forman parte de una misma materia, de un mismo contexto. Que si ese contexto es real o carne de ficción, es según mi opinión, absolutamente irrelevante. La distancia en este viaje no se mide en kilómetros, porque el viaje ya ha comenzado al leer estas primeras palabras.
Maximiliano Benítez, de Las tinieblas del pensamiento (Segunda parte).