De modo que saqué todas las balas del revólver salvo una, hice girar el tambor, me apoyé el cañón contra la sien derecha y apreté el gatillo. Al oír el clic del percusor… voilà! Enseguida me sentí mejor. El pulgar dejó de palpitar. El estómago ya no me ardía. Desapareció el terror de la mañana y de la luz del sol, y vi el amanecer como algo positivo y el canto de los pájaros como una maravilla. Hasta los objetos insignificantes cuya existencia damos por sentada –los adornos baratos cubiertos de una fina capa de polvo, una simple silla de madera, mi taza de café que se seca vuelta hacia abajo en el escurridor– parecían tan relevantes, tan vivos y necesarios. Estaba agradecido a la vida y agradecido de vivir, sobre todo cuando bajé la vista para echar una ojeada al revólver y vi que la bala se había colocado en la recámara.
[Del relato "Ola de frío"]
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No es necesario volverse agresivo y vil o pisotear a la gente para ganar dinero. Se puede tratar bien a las personas sin necesidad de temer o preocupar agradar a Dios. Podemos hacerlo simplemente porque es algo humano, porque el amor es más noble que el odio y si se tiene suerte, hasta se puede vivir en paz con uno mismo y dormir por las noches.
[Del relato "Mi hijo Superman"]
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-[…] Hace veinte años un cigarrillo era un simple cigarrillo, pero ahora el fumador es un paria.
-Es cierto –dijo Blaine–. El odio acumulado tiene que salir por algún sitio. El mundo necesita chivos expiatorios. Nadie quiere aceptar al otro… El oscuro hombre en nuestro interior.
-En diez años, los bebedores de café estarán en la lista negra –señaló Zona, al tiempo que daba una chupada muy consciente al cigarrillo–. Dirán que el café incita a la violencia y cosas por el estilo.
[Del relato "Mi hijo Superman"]
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He dedicado la vida al crimen porque odio la luz del día. Es así de sencillo. Cuando odias la luz diurna, cuando odias todo, desarrollas una suerte de ambigüedad respecto a la vida y pierdes los escrúpulos en tus hábitos. Comes demasiado. Le das a la droga. Te enamoras de una persona malvada. Aceptas un trabajo que odias. Le declaras la guerra a la sociedad. Haces toda clase de cosas que no convencen a nadie cuando tratas de explicar tus motivos ante los tribunales o al médico o al dentista o a los chavales de la manzana que te odian porque tienes coche nuevo. Dios no me llevó cuando estaba dispuesto. Estaba dispuesto, pero luego ocurre que los pájaros cantan y, no sé cómo, descubres que tienes que seguir adelante.
[Del relato "Ratero"]
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Cuando uno entra y sale de los hospitales todos los días, no puede esquivar el problema de la propia mortalidad. La muerte no era tan mala; lo malo era el puñetero morir. No existía ningún cielo, pero lo que sí estaba claro es que había un infierno. Cuando el ventilador empezaba a levantar mierda, nada funcionaba. Nada de nada.
[Del relato "Ooh Baby Baby"]
[Muchnik Editores. Traducción de Adan Kovacsics]