como una incesante armonía en mi cabeza, que dirían mis queridos Buzzcocks, el mantra mágico de mi padre, que nada te turbe, que nada te espante, suena sin parar estas semanas de ruta en mi transistor, cuando arde Babilonia, cuando pesan las maletas, cuando asfixian los días, esa armonía, y es todo como un continuo rodar y rodar y repasar a la vez la lección, como un disco girando sin descanso dentro de mi cabeza, la vida, lo efímero y la carretera, las rutas y las estaciones, los latidos y las sensaciones, cuando no me reconozco en el espejo, cuando el pulso me tiembla, cuando el vértigo se apodera de mí, esa incesante armonía, esa armonía...