que me trae tu voz
desde tan lejos.
Que me cierra los párpados como si ya estuviera muerto
y que me clava, como anzuelos, al cielo de la boca las letras de tu nombre:
“Te todo”.
Te amodio y te pero y te pufff y te plof.
Te sí y te no. Te casi huy, a veces con mis propias manos
y otras te y te y te y te sobre la lavadora.
Y me gusta que me duelas así, bajito, como una canción de cuna.
Hablar con la almohada. De tú a tú. Buscar tu mano. Casi tocarla.
Y aunque no siempre es suficiente sigo vivo.
Incluso me han salido tres hojitas.