No lloré. Quiero estar absolutamente convencido de que no lloré, pero no lo sé. Jamás recuerdo si lo hago. Tal vez debiera haberlo hecho, pero las lágrimas son caprichosas y no vale simplemente con invocarlas para que aparezcan. El miedo a carecer de sentimientos es algo con lo que he convivido siempre y aunque jamás me he acostumbrado a ello, no por eso debo negar su utilidad para enfrentarme a la muerte cuando la siento rondar igual que una novia adolescente, como una de esas chicas que no paran de escribirte cartas que nunca envían...