Ya no recuerdo
cómo te instalaste aquí,cómo llegaste a ser
la piedra
que se aloja en mi cráneo.
Sé que no hay sangre
que quiera a estos huesos fríos,
y, sé que,
no hay arpones para matar
a tantas ballenas danzando
por mi diafragma.
A veces,
lo que necesitamos,
es saber bajar de los árboles
para no golpearnos al caer al suelo,
subir
los sube cualquiera.
Judith Rico