EL HOCKNEY
"Llegué a la hora convenida. Me senté en una butaca enfrente de las puertas de acero pulido de los ascensores y me entretuve viéndome reflejado en ellas. El pánico a mi primera entrevista de trabajo se perfilaba en mi cara delante de un gran cuadro de David Hockney, situándome justo en medio de dos hombres sentados en sendas butacas frente a una mesa baja con un frutero y dos pilas de libros. Yo, entre ambos, miraba al frente. Por entonces no reparé en la obscena vulgaridad que supone colgar un Hockney en el descansillo de los ascensores. Pasados unos años busqué el título de aquel cuadro del que por unos minutos formé parte. Christopher Isherwood and Don Bachardy, se llamaba, pintado en 1968, y barajé la posibilidad de hacer una oferta para comprarlo y rescatarlo de aquella ignominia, aunque jamás lo intenté. Hasta hoy..."