están siendo unos días especialmente tranquilos, estos, agotando los últimos cartuchos del verano antes de comenzar de nuevo a vender zapatos, fin de los poemas y la ensoñación, estas tardes pausadas de lectura en la terraza, recuperando sensaciones y maestros antiguos con la dulce Wendy a mi lado, sin dormir pero soñando (que diría el bueno de Poe), y las tormentas y tornados y remolinos y chubascos y pesadillas que quedan atrás, todo que llega y que pasa, pero esta serenidad: hacía tiempo, mucho ya, que no me solazaba con ella así, dónde se habría metido, pero sí, días tranquilos en Clichy (evocando a mi querido Henry Miller), reencontrándome yo mismo y disfrutando a pierna suelta de mí... pasan las nubes, los amores y desamores, los ciclos y las estaciones, los malos y buenos tragos, la vida, la gente, los naufragios, los corazones, los recuerdos... y si esto es lo que ahora queda de tanta intensidad, esta serenidad, brindo sin más por ello...
Vicente Muñoz Álvarez