otra


Imagino ser princesa del Medioevo,  rosada y bella
que luce apretados corsés que dejan casi al descubierto los senos
faldas vaporosas que insinúan bajo ellas las piernas largas
que sonríen a los ojos astutos que se relamen deseando sentir
la sensación de la tempestad que provocaría el sólo rozarlas.
No soy ésa
sino ésta:
demacrada, pálida y fría
helado el cuerpo, incluso en verano
de inviernos constantes y ropas oscuras
que pocas veces evapora la figura en la mezcla de alientos y alucinaciones y alcohol
de sexo libre y feliz y salvaje
que oculta sentimientos por temor al rechazo.
Decir blanco cuando en realidad es negro. O viceversa.
Anular las noches que fueron hechas para amar
rellenando cuestionarios de urgencias médicas con palabras carentes  de flores
sin posibilidad de recuperar el tiempo perdido bajo las manos de Proust.
Así,
fumarse las horas sin un aquí y ahora
mientras el océano apaga la posibilidad
de que el humo esté en foco
alguna buena puta vez.



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