De entre las varias películas que David Cronenberg dedicó al género de terror hasta el cambio de registro (también fantástico) que inauguró Una historia de violencia (2005), las tres primeras, Vinieron de dentro de..., Rabia y Cromosoma 3, constituyen una especie de realidad aparte, una burbuja dentro de otra burbuja, precursoras del enfermizo y aterrador universo que después desarrollaría con más presupuesto y acierto en joyas como Inseparables, La mosca, eXistenZ, Crash y, muy especialmente, Videodrome, biblia de la Nueva Carne.
Rabia (Rabid, 1977), su segundo largometraje, es una de mis favoritas (aunque es realmente difícil decantarse por alguna, dado lo atípico y delirante de las tres), y no, obviamente, por ser uno de sus grandes filmes (comparado con los que vinieron después), sino por lo morboso y malsano de su argumento y la atmósfera enrarecida que logra recrear, que la asemeja a una angustiosa pesadilla.
Mutaciones genéticas, enfermedades venéreas, degeneración de la sangre, ambientes sórdidos, sexo bizarro, crítica social encubierta y la asombrosa interpretación de la porno star Marilyn Chambers (que borda su papel), hacen de esta película una pieza de coleccionista.
Maravillosamente enloquecido y oscuro este primer David Cronenberg, uno de los directores, sin lugar a dudas, más perturbadores de todos los tiempos.
Larga vida a la Nueva Carne.
Vicente Muñoz Álvarez
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