Quizá todo esté en buscar la razón de las cosas. De las cosas propias de uno mismo, experimentar con el propio cerebro hasta llegar a la membrana del núcleo, al motor de su cosmos, ponerse al mando de la sala de máquinas y observar el funcionamiento interno, lo que de otra manera es imposible intuir, y encontrar al fin el nagual (o nahual o náhuatl), lo escondido, lo que allí está oculto y que es, sin embargo, la raíz del Todo, el punto de conexión del espíritu con el universo, con el animal interior que nos une a través de la percepción de la Conscientĭa en estado puro.
Fumé la hierba del diablo en las páginas de Castaneda en la juventud y atravesé los desiertos psicodélicos de la realidad primaria, donde cada gramo de arena contenía en sí mismo un universo, dentro del cual siempre podía hallar mi reflejo en un estado de consciencia aumentada.
Busqué la razón de las cosas, al igual que otros buscan la sensación del hielo derritiéndose en el licor de su copa.
Cruzando universos
con la mente abierta,
sin batir las alas.
José G. Cordonié, en Artefactor.