De Malcolm Lowry sólo he leído tres o cuatro libros, entre los que obviamente está Bajo el volcán, su obra más famosa y celebrada. En algunos ensayos de lectura reciente, como American Smoke, indagan en sus novelas y en esa vida tan tormentosa que llevó, sobre todo por su alcoholismo. Leer más detalles sobre Lowry me ha devuelto el interés por él y por su vida y por su bibliografía, y mi objetivo es comprar otros textos suyos menos conocidos (p.ej.: Oscuro como la tumba en la que yace mi amigo). También recordé que tenía en mi biblioteca este volumen de correspondencia, cuyo título (El viaje que nunca termina) se corresponde con el proyecto de varias novelas que Malcolm Lowry quiso construir.
Me entusiasman los volúmenes que recopilan cartas de escritores, aunque no todos están a la misma altura. Las de Hunter S. Thompson, por ejemplo, son explosivas, muy divertidas. Las de William Faulkner me aburrieron tanto (debido a que se centran demasiado en lo económico, en cuánto cobrará Faulkner por tal o cual trabajo) que abandoné su lectura. Las de Céline me gustaron mucho porque iluminan ciertos aspectos de su vida que siempre han sido polémicos. Están las cartas de amor de Dylan Thomas. O las de Scott Fitzgerald a su hija.
Las de Malcolm Lowry también me parecen muy buenas, necesarias para comprender su trayectoria. Algunas son para enmarcar, como aquella en la que defiende Bajo el volcán (y que Gallo Nero publicó aparte, en un pequeño volumen titulado Detrás del volcán). Muchas misivas de la etapa final de su vida se las envió al escritor David Markson, lo cual ha supuesto para mí una sorpresa. He admirado la resistencia de Lowry después de tantos y tantos rechazos editoriales, de malas críticas que el tiempo se encargó de borrar (es evidente que quienes denostaban Bajo el volcán se equivocaron hasta el fondo). He admirado su resistencia a las adversidades (accidentes, cabañas que se queman, manuscritos que arden o se pierden, tratamientos de desintoxicación alcohólica, ingresos de su mujer…). He comprendido mejor a Lowry, que es de lo que se trata. Aquí van unas muestras de esta correspondencia:
La novela [Bajo el volcán] puede, simplemente, leerse como una historia en la que uno, si lo desea, puede saltarse párrafos. Pero la disfrutará mucho más si no se salta nada. Puede considerarse como una especie de sinfonía, o, en otro sentido, como una especie de ópera, y hasta como una película de vaqueros. Es música hot, un poema, una canción, una tragedia, una comedia, una farsa, etcétera. Es superficial, profunda, entretenida y aburrida, según el gusto del lector. Es una profecía, una advertencia política, un criptograma, una película cómica, unas palabras escritas en un muro. Puede considerarse también como una especie de máquina que funciona, créame, lo he descubierto a costa mía.
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El éxito es como un terrible desastre.
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Apreciado señor Barzun:
Ha escrito usted, a mi entender, una crítica tan tremendamente injusta de mi libro Bajo el volcán que creo que se me perdonará que devuelva el palo.
Admito que mi libro ha sido alabado hasta el punto de que una crítica negativa parece casi deseable, y admito que la crítica que ha escrito usted puede acabar beneficiándome, pero el hecho es que escuece como no lo haría ni siquiera una crítica más dura si fuere justa, y creo que esto no sólo es poco limpio, sino que además debilita toda su argumentación; la gente, simplemente, no querrá escuchar sus verdades, por muy necesarias que sean, si se dedica usted a hacer este tipo de críticas demasiado a menudo.
[…]
No tengo la impresión de que haya hecho usted el más mínimo esfuerzo para captar su forma y su intención. Lo que sí ha conseguido, y con éxito, es herir a un tipo que siente que tiene con usted una afinidad espiritual.
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Naturalmente, uno no espera vivir de sus rentas, en el sentido habitual de la expresión; no obstante, entre un libro y otro puede resultar necesario hacerlo, porque si vives del adelanto sobre el siguiente libro te devoras literalmente a ti mismo, como dicen los franceses; y si haces otro trabajo, no escribirás el libro, que es una de las razones por las que tantos escritores dejan de ser escritores. Pero, en mi caso, los posibles trabajos son, o eran, tres: la enseñanza, la radio y el periodismo. El primero requiere al menos un año de negociaciones y un completo cambio de vida y de dedicación (y probablemente marcharse a las praderas, ya que en la Columbia Británica odian a los ingleses). El segundo significa un sueldo de hambre y requiere además un coche, mientras que el tercero no sólo significa lo mismo, sino que además no tendría sentido, porque hiciera lo que hiciera para tratar de aumentar nuestros ingresos, me daría más dinero y me colocaría en la categoría de los trabajadores autónomos.
[Tusquets Editores. Traducción de Carmen Virgili]