Temo a los caballos. La desmesura de sus dientes me impresiona. En mi infancia el susto al montar esos ejemplares raquíticos de los paseos dominicales. Tengo la imagen de algunos caballos sacrificados en las películas, la relación de los héroes con sus rocines. Blanca Strepponi en el Diario de John Roberton escribió un poema que me obsesiona porque describe la derrota de un animal que por fuerza podría despedazar a un hombre.
La doma se hace así:
enlazado el caballo
lo tumban
sujeto con fuerza
le colocan el freno
y la silla de montar
el domador sube a la silla
toma el freno
y junto a varios más
armados de garrotes
golpean al animal
en la cabeza
hasta que se levanta
una vez en pie
lo vuelven a golpear
y el caballo cae
luego lo colocan
entre dos caballos frescos
y los tres se lanzan al galope
hasta que el domado
cae
exhausto
ya está así amansado para siempre
pues su espíritu
ha sido destruido
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