Ser joven es una abominación. Una distracción, como una noche de insomnio.
La juventud sólo es gloriosa cuando la reconstruyen los deseos imposibles de senilidad y el dolor del placer que pudo ser y no fue, antaño.
Nadie puede ver su juventus de cerca sin obnubilarse: es algo que sólo se observa para atrás y abriendo distancia. Imposible, en un humano, ser joven, saberse joven y vivirse joven simultáneamente. La juventud tiene un lugar desde la vejez, ahí aparece como una revelación de lo no visto, por primera vez, junto con el anuncio y la consternación de que ya se ha ido.