Dame un motivo para no arrastrar la cuchilla, uno que no pueda refutar, uno del que no pueda dudar; y coseré con tus palabras mis intenciones. Ahora, contempla el agua, mi desnudez, el vaso roto, la botella vacía, la belleza de toda esta mierda, de esa canción, y la luz, entre las cortinas, apagándonos.
Ahora, sólo en este segundo, todo es perfecto, menos el ruido de tus ojos.
Rojo.
Miguel Ángel Berrocal