14/06 [Cuaderno de notas]
Ir a tu puesto de trabajo mañana tras mañana, día a día, semana tras semana, mes a mes, y encontrarte la puerta cerrada, y no poder acceder a él, y sentarte allí ocho horas, día a día, etcétera tras etcétera, en la peana de la misma puerta de acceso, es tiempo más que suficiente para pensar en la legislación vigente, en la reforma laboral, en la reforma de la reforma laboral, en otra hipotética reforma de la reforma laboral, y concluir que el problema no es la reforma de la reforma, ni otra hipotética reforma, sino que el asunto es el legislador vigente, y, ay amigo, el legislador vigente en cada momento, se debe a redactar y establecer leyes y la ley siempre está de parte del poder y de la autoridad, la autoridad competente en ese momento, en cada momento, y entonces es cuando comprendes que estás al otro lado, por incompetencia de un incompetente o impresentable, al que, también, le beneficia la ley, o, al menos, más que a ti, que te presentas, y te presentas no solo porque estés capacitado para desempeñar tu labor en tu puesto de trabajo sino porque los tuyos tienen que comer, vestir, etc, y además, no es asunto menor, la ley te obliga a presentarte mañana tras mañana, día a día, semana tras semana, mes a mes, aunque no puedas acceder a tu puesto de trabajo, por tanto te encuentras en un bucle o espiral que no sabes cómo salir de él, y comprendes que quizá, lo mejor sea, alejarse cada vez más del punto, hoy ya, de no retorno.
Gsús Bonilla