Las fábricas, las cárceles, los días y las noches de borrachera, los hospitales me han debilitado y zarandeado como a un ratón en la boca de un gato: la vida.
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No me gusta que el amor sea una orden, una búsqueda, tiene que venir a tu encuentro como un gato hambriento a la puerta de tu casa.
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Un lector
mi gato se cagó en los archivos.
se metió dentro de la caja naranja de
Golden State Sunkist
y se cagó en mis poemas
en los originales
que guardo para los archivos universitarios.
ese crítico negro, rechoncho y de una sola oreja
me había dado su veredicto.
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¿Tenéis gato? ¿O gatos? Cómo duermen, tío. Duermen 20 horas al día y siguen siendo hermosos. Saben que no vale la pena entusiasmarse por nada. La siguiente comida. Y matar algo de vez en cuando. Cuando los elementos me atenazan y paralizan, me limito a mirar a mis gatos. Tengo 9. Miro a uno de ellos, dormido o medio dormido, y me relajo. Escribir también es mi gato. La escritura me ayuda a plantarle cara a todo. Me apacigua. Aunque sólo sea durante unos instantes. Luego se me cruzan los cables de nuevo y vuelta a empezar de cero. No entiendo a los escritores que dejan de escribir. ¿Qué les apacigua?
[Visor Libros. Traducción de Abel Debritto]