sigue ahí apretando las costillas.
Le digo que no quiero ser
el sistema de creencias que otros pusieron en mí,
la genética del hambre de mis muertos,
el presente de lo que esperan mis jefes,
el dolor que me provocaron,
el miedo de no hacerlo bien y no merecer nada.
El hombrecillo se ríe,
dice que me protege,
y se aferra al corazón,
me dice que van a atacar, que van a matar,
que salga corriendo en cuanto pueda,
que piense en cuando me dejaste tirada,
que recuerde cuando no tenía nada.
Le respondo que me deje simplemente ser.
Parece que se ríe, pero cuando lo miro
está llorando.
Lo abrazo.
Le digo que hace bien en abrazarme
pero que lo haga sin apretar, que duele demasiado.
Quizás un día lo mate yo también
pero por ahora es el único que de verdad se queda.
Eva García Fornet