INVENTARIO CAÓTICO I

Me gusta ver a mis hijas dormir; me gusta el rugby desde la grada y el tenis en la pista; los cuadernos nuevos y los coches viejos; me gusta el fuego con un piano de fondo; tengo debilidad por los flequillos largos y cruzados, de esos que hay que sujetar detrás de la oreja; enloquezco cuando una mujer se coloca el flequillo detrás de la oreja; me gusta el francés, hablado, no escrito; el color negro y el turquesa; andar descalzo en casa; las gafas siempre limpias y la imaginación, a veces, sucia; escuchar a los que saben e ignorar a los que se creen saber; me gusta pasear con las manos en los bolsillos y sentir cómo todo el mundo tiene más prisa que yo; disfruto observando desde la distancia y de las terrazas al sol en otoño, vacías, con un camarero veterano de chaquetilla blanca y sin peinado de futbolista; me gusta que me pongan una pasta en el platillo del café; me gusta la gente que sonríe cuando saluda y la que llora en el cine; y, claro, me encanta ver desperezarse a mi mujer los sábados por la mañana.


No me gustan los tatuajes que se borran; odio a la gente que te ofrece un antídoto después de envenenarte; no me gustan los bolígrafos verdes, el mus ni las apuestas; no entiendo las tendencias, ni que las sigan; no me gustan los peinados de los futbolistas, ni que los copien; no me gustan los referentes, las selecciones por defecto ni la política en funciones; no me gustan las escaleras de caracol; enfermo al entrar en un banco; no aguanto secarme con una toalla mojada y tampoco que me pidan que sonría para hacerme una fotografía; no me gusta que me toquen la cabeza ni las respuestas por silencio administrativo; odio que los relojes se atrasen, las subtramas y los baños sin ventana; no me gustan las camisetas sin mangas ni los sobacos que las llevan; no puedo con los bolígrafos de punta fina ni con los tramposos de manga ancha; odio el despertador de los lunes…, y de los martes; no me gusta meterme en un coche aparcado al sol, la ropa de colores chillones ni los álbumes de fotos; y, claro, llevo muy mal que mi mujer se despierte antes que yo y no pueda observarla mientras se despereza.

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