Hipólito G. Navarro: Las medusas de Niza.
Algaida Editores.
El humor —de otros— es el tripi que me tomo en momentos de nostalgia y este es uno: cada vez me cuesta más volver de España. Lo mío no es mío y lo de los demás tampoco. Cómo explicarlo sin liarlo.
Garrido Lucena, etnólogo proclive al cuento, se instala, como cada verano, entre las ruinas de una aldea despoblada. El gran alcornoque (faro-tótem) que preside el pueblo será su techo; cobijará su coche y sus pertenencias. Él se dedicará a lo de siempre: a recoger grabaciones inventadas para un nuevo libro. Pura comedia, enredo, recuerdo, paripé y disparate, desafío antropológico de los gordos.
«Escuche. ¿Ve?». El país de uno es un paisaje chiquito y mínimo, un territorio fantasma de cuatro tejas sobre una dentadura careada (sic), una melodía que no se quiere dejar de escuchar, que a todas horas suena y se repite en sueños.
Poli G. Navarro. La dulzura de los buenos, la sencillez de los sabios. Se fue por la calle Cuna, con su chaparrón de historias. (Lorca: con su polisón de nardos).
Una microcrítica debe durar lo que dura un guiño y además procurar serlo.
Aquí no está todo dicho.
Et in Arcadia ego.